(Apologies for sending this out one day late, due to technical issues.)
Good Friday
March 29, 20245
by Colleen Earp and abby mohaupt
Psalm 22:1
The story of Jesus’ crucifixion in the Gospels relates him saying “My God, my God, why have you forsaken me?” echoing this Psalm. It is a moment when the text itself seems to cry out in anguish.
How could the Son of God feel this way? Even though he would have been in incredible pain, inflicted upon him by the government of his day, how could he feel like God had abandoned him? Yet, there is something about his existential loneliness that resonates. Will God have mercy on him?
In a time of absolute climate crisis, it can feel like we have been forsaken and forgotten by God. How could God let the planet suffer? How could God let marginalized peoples continue to feel climate changes first and worst? How are we to survive in a climate-changed world that inflicts such immense pain on so many creatures? How do we live with the guilt of knowing that we humans are responsible for creating that suffering?
Our spirits ache with these questions.
The news is increasingly full of storms and heatwaves and drought, with very little sufficient action being taken. The world feels forsaken. Will God have mercy on us for not acting more quickly and boldly?
Indeed, as everything gets worse, God feels further away from us– far away from helping us end the groaning of creation. And yet, this lament acknowledges God’s greatness, and the psalmist calls on the Lord to come quickly.
Perhaps we, too, cry out to God.
On this Good Friday, when we mark the depth of God’s pain and the death of Jesus on the cross, how can we be fully present to the pain that creation is in, and still remember to call on God as we groan for and with the earth?
Rev. Colleen Earp is the Program Director at Massanetta Springs Camp and Conference Center in Virginia. Rev. abby mohaupt is the Director of the Collective at Garrett-Evangelical Theological Seminary in Illinois.
Traducción por: Rvda. Neddy Astudillo
Salmo 22:1
El relato de la crucifixión de Jesús en los Evangelios lo relata diciendo "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?", haciéndose eco de este Salmo. Es un momento en el que el propio texto parece gritar de angustia.
¿Cómo podía sentirse así el Hijo de Dios? Aunque hubiera sufrido un dolor increíble, infligido por el gobierno de su tiempo, ¿cómo podía sentir que Dios le había abandonado? Sin embargo, hay algo en su soledad existencial que resuena. ¿Se apiadará Dios de él?
En una época de crisis climática absoluta, puede parecer que Dios nos ha abandonado y olvidado. ¿Cómo pudo Dios dejar que el planeta sufriera? ¿Cómo puede Dios dejar que los pueblos marginados sigan sintiendo primero y peor los cambios climáticos? ¿Cómo vamos a sobrevivir en un mundo alterado por el clima que inflige un dolor tan inmenso a tantas criaturas? ¿Cómo vivir con la culpa de saber que los humanos somos responsables de crear ese sufrimiento?
Estas preguntas nos duelen en el alma.
Las noticias están cada vez más llenas de tormentas, olas de calor y sequías, y apenas se toman medidas suficientes. El mundo se siente abandonado. ¿Se apiadará Dios de nosotros por no haber actuado con más rapidez y audacia?
En efecto, a medida que todo empeora, Dios se siente más alejado de nosotros, lejos de ayudarnos a poner fin al gemido de la creación. Y, sin embargo, este lamento reconoce la grandeza de Dios, y el salmista pide al Señor que venga pronto.
Quizá también nosotros clamemos a Dios.
En este Viernes Santo, en el que marcamos la profundidad del dolor de Dios y la muerte de Jesús en la cruz, ¿cómo podemos estar plenamente presentes en el dolor que sufre la creación, y aun así acordarnos de invocar a Dios mientras gemimos por y con la tierra?
Rev. Colleen Earp es la Directora de Programas del Campamento y Centro de Conferencias Massanetta Springs en Virginia. Rev. abby mohaupt es la Directora del Colectivo en Garrett-Evangelical Theological Seminary en Illinois.
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